Hace 26 años me recibía de médica y hoy estamos atravesamos una realidad incomparable a cualquier otra precedente, como médicos y como personas.
La globalización trae de la mano esta pandemia sin igual. El coronavirus se aproximó sin pausa, prepotentemente, trayendo cosas inéditas y espeluznantes. Expone día tras días los extremos más profundos del ser humano. Nos evidencia la muerte, la vida, el coraje, la cobardía, la solidaridad, el egoísmo, el respeto y el atropello, la inteligencia y la idiocia de las personas.
Sigue dejando al descubierto la mediocridad, el individualismo y el oportunismo. Pero también nos muestra el amor por nuestros semejantes, la valentía y el altruismo de mucha gente.
Sin dudas nada será igual después del Covid-19, no miraremos del mismo modo a muchas personas. Cayeron muchas caretas, conocimos el verdadero "yo" de muchos quienes creíamos conocer. Este virus expuso a todos aquellos a quienes de verdad le importamos, y hasta nuestro vecino hoy es mirado de otro modo, para mal o para bien.
El coronavirus nos dio muchas sorpresas y nos cambiará la vida para siempre.
En este momento el médico es un tema de interés para muchos.
Aparecen cartas en las redes y aplausos al atardecer. Esos aplausos organizados, lejos de hacerme sentir bien desataron en mi emociones negativas, contorneándose entre la angustia y el enojo.
El primer día de ese novedoso homenaje manual, una respetada amiga me envía un mensaje al respecto. Sólo respondí y en forma algo cortante, que no queríamos aplausos sino seguridad para trabajar, la cual no veía distribuida en forma equitativa. Mis palabras fueron automáticas porque las tenia atragantadas desde el mismo momento que vi en los medios la difusión de esa moda que luego se amplió a otros homenajeados. Se lo dije a ella, pero podría haber sido para cualquier otra persona que me hubiera dado la oportunidad. Con su habitual y justa dulzura me respondió que era lo único que los cuidadanos comunes podían hacer.
Ese cruce de miradas tan distintas sobre un mismo suceso, me dejo puesta en un incómodo lugar y dio paso a una reflexión de mi parte del porqué mi rechazo a los aplausos a los médicos.
Cuando se trae una historia en el ejercicio de la medina, las percepciones difieren.
Leyendo infinidad de cartas que aparecen hoy día, frases y comentarios, la casi totalidad de los colegas hacen referencia a las desventuras que vivimos en nuestros lugares de trabajo.
Hoy ya pasó más de un mes de aquel instante en donde me creí desagradecida y pesimista, sin saber que éramos muchos los médicos que lo pensábamos.
Hoy la voz diaria de mis colegas repitió innumerables veces lo que aquel día dije a mi amiga.
Y hoy estamos peor que antes.
Los médicos, los héroes estamos pidiendo donaciones para los hospitales cuando el estado debería garantizarnos los insumos. Hoy los médicos entre si nos pasamos los datos de aquellos lugares en donde venden los equipos de protección que nadie nos da, pagando por ellos el precio que el ventajista en cuestión se le venga a la mente.
Hoy algunos empresarios de la salud privada pretenden que los médicos que no podemos trabajar en sus centros cerrados por la pandemia, solventemos los sueldos de sus empleados pagando los mismo alquileres como si nada pasara ni mediante acuerdos previos. Y algunos de ellos nos anuncian que si abren sus puertas con horarios reducidos nos llevemos nuestro equipo de protección, incluido el alcohol gel. Muy loco no?
Muchos empresarios de la salud se enriquecieron por años en forma exponencial, pero hoy no solo no quieren perder o quedar a mano, sino que quieren seguir ganando. Son los primeros en llorar como bebes pidiendo su biberón y nos quieren manipular con el discurso de que debemos cuidar el lugar de trabajo de todos, llamando a una falsa cooperación comunitaria de poner el hombro. Presión mediocre que subestima nuestra inteligencia. Poner el hombro es acordar un esfuerzo de cada parte, consensuado y aceptado, no significa que el que menos tiene sostenga el lustroso edificio.
Hoy los médicos estamos peor. Reclamos no escuchados, notas de nuestros Colegios y Federaciones Medicas siguen durmiendo en multitud de cajones y nadie se ocupa de damos el oxígeno emocional, económico y social que necesitamos. Así como se están sentando a analizar en amplias reuniones virtuales con cada gremio no menos importante que el nuestro. Pero con los héroes no hay espacios de negociación, escucha ni diálogos y contagiarse Covid-19 en nuestros centros de atención sigue NO siendo una enfermedad profesional. Si morimos nuestras familias estarán desprotegida. Sucede lo mismo si el personal de las fuerzas muere por una bala en las circunstancias de exposición por su labor? Nada avanza y la pandemia es hoy, no en seis meses.
Hoy en cada discurso nos siguen dando el agradecimiento, el aplauso y diciéndonos héroes.
No queremos más eso, no queremos demagogia. Queremos hechos, respuestas y que nos cuiden de verdad.
La globalización trae de la mano esta pandemia sin igual. El coronavirus se aproximó sin pausa, prepotentemente, trayendo cosas inéditas y espeluznantes. Expone día tras días los extremos más profundos del ser humano. Nos evidencia la muerte, la vida, el coraje, la cobardía, la solidaridad, el egoísmo, el respeto y el atropello, la inteligencia y la idiocia de las personas.
Sigue dejando al descubierto la mediocridad, el individualismo y el oportunismo. Pero también nos muestra el amor por nuestros semejantes, la valentía y el altruismo de mucha gente.
Sin dudas nada será igual después del Covid-19, no miraremos del mismo modo a muchas personas. Cayeron muchas caretas, conocimos el verdadero "yo" de muchos quienes creíamos conocer. Este virus expuso a todos aquellos a quienes de verdad le importamos, y hasta nuestro vecino hoy es mirado de otro modo, para mal o para bien.
El coronavirus nos dio muchas sorpresas y nos cambiará la vida para siempre.
En este momento el médico es un tema de interés para muchos.
Aparecen cartas en las redes y aplausos al atardecer. Esos aplausos organizados, lejos de hacerme sentir bien desataron en mi emociones negativas, contorneándose entre la angustia y el enojo.
El primer día de ese novedoso homenaje manual, una respetada amiga me envía un mensaje al respecto. Sólo respondí y en forma algo cortante, que no queríamos aplausos sino seguridad para trabajar, la cual no veía distribuida en forma equitativa. Mis palabras fueron automáticas porque las tenia atragantadas desde el mismo momento que vi en los medios la difusión de esa moda que luego se amplió a otros homenajeados. Se lo dije a ella, pero podría haber sido para cualquier otra persona que me hubiera dado la oportunidad. Con su habitual y justa dulzura me respondió que era lo único que los cuidadanos comunes podían hacer.
Ese cruce de miradas tan distintas sobre un mismo suceso, me dejo puesta en un incómodo lugar y dio paso a una reflexión de mi parte del porqué mi rechazo a los aplausos a los médicos.
Cuando se trae una historia en el ejercicio de la medina, las percepciones difieren.
Leyendo infinidad de cartas que aparecen hoy día, frases y comentarios, la casi totalidad de los colegas hacen referencia a las desventuras que vivimos en nuestros lugares de trabajo.
Hoy ya pasó más de un mes de aquel instante en donde me creí desagradecida y pesimista, sin saber que éramos muchos los médicos que lo pensábamos.
Hoy la voz diaria de mis colegas repitió innumerables veces lo que aquel día dije a mi amiga.
Y hoy estamos peor que antes.
Los médicos, los héroes estamos pidiendo donaciones para los hospitales cuando el estado debería garantizarnos los insumos. Hoy los médicos entre si nos pasamos los datos de aquellos lugares en donde venden los equipos de protección que nadie nos da, pagando por ellos el precio que el ventajista en cuestión se le venga a la mente.
Hoy algunos empresarios de la salud privada pretenden que los médicos que no podemos trabajar en sus centros cerrados por la pandemia, solventemos los sueldos de sus empleados pagando los mismo alquileres como si nada pasara ni mediante acuerdos previos. Y algunos de ellos nos anuncian que si abren sus puertas con horarios reducidos nos llevemos nuestro equipo de protección, incluido el alcohol gel. Muy loco no?
Muchos empresarios de la salud se enriquecieron por años en forma exponencial, pero hoy no solo no quieren perder o quedar a mano, sino que quieren seguir ganando. Son los primeros en llorar como bebes pidiendo su biberón y nos quieren manipular con el discurso de que debemos cuidar el lugar de trabajo de todos, llamando a una falsa cooperación comunitaria de poner el hombro. Presión mediocre que subestima nuestra inteligencia. Poner el hombro es acordar un esfuerzo de cada parte, consensuado y aceptado, no significa que el que menos tiene sostenga el lustroso edificio.
Hoy los médicos estamos peor. Reclamos no escuchados, notas de nuestros Colegios y Federaciones Medicas siguen durmiendo en multitud de cajones y nadie se ocupa de damos el oxígeno emocional, económico y social que necesitamos. Así como se están sentando a analizar en amplias reuniones virtuales con cada gremio no menos importante que el nuestro. Pero con los héroes no hay espacios de negociación, escucha ni diálogos y contagiarse Covid-19 en nuestros centros de atención sigue NO siendo una enfermedad profesional. Si morimos nuestras familias estarán desprotegida. Sucede lo mismo si el personal de las fuerzas muere por una bala en las circunstancias de exposición por su labor? Nada avanza y la pandemia es hoy, no en seis meses.
Hoy en cada discurso nos siguen dando el agradecimiento, el aplauso y diciéndonos héroes.
No queremos más eso, no queremos demagogia. Queremos hechos, respuestas y que nos cuiden de verdad.
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